La noche ha caído como un plomo, después del espectáculo de su despedida fugaz, tiñendo el cielo de colores imposibles.

La oscuridad de una noche sin luna lo envuelve todo, los flashes de las tormentas lejanas te recuerdan que esa es zona prohibida, los resplandores espectrales de las islas y ciudades que vamos dejando y alcanzando se muestran esperanzadoras. La tenue luz de los equipos en modo noche, los compases iluminados siendo notarios del rumbo, vigilan que la electrónica no alucine, y no se desmadre.

El motor descansando en vigilia continua, dispuesto a echar una mano si falta energía o si el viento se cansa de trabajar, muestra hélice plegada nos permite tener un nudo mas de velocidad, que maravilla, todo al unísono, como una filarmónica bien afinada.
Los peces voladores son obligados a sacrificarse, con el único objetivo de que te sientas observado, por todos aquellos que ya han estado allí, que ya se quedaron allí, y que te avisan de que la osadía tiene un precio. “Vete ya, este no es tu sitio, esto es un medio hostil” Te parece oír con cada estruendo de la ola que rompe en tu costado
La proa elevada, es conocedora de la ventaja de esa posición, no le preocupa la popa que, con su volumen, su generosa anchura y su amplia abertura juega su baza. Esa popa abierta, preparada para recibir al malhumorado mar que la castiga con rompientes, a las que la valiente popa no le rehúye el combate, sacudiéndose presta las descargas de ira que le envían.
Dentro del velero, los sonidos conocidos, cada refuerzo, cada mamparo, cada mueble discutiendo con sus vecinos por mantener su posición, la tensión de las escotas es anunciada con brío por las poleas que hacen que estas se estiren. Todo está bien, todo es familiar después de tantas y tantas noches de conversaciones secretas, confesiones y suplicas de continuidad.
Los desagües te recuerdan la presencia indiscutible de Bernoulli, con ese susurro continuo de presencia perpetua.
Mas abajo en “galeras” las baterías se desangran silenciosas, envían a los combates suicidas a sus legiones, en aras de mantener la esperanza de luz en la noche cerrada. Deben resistir, esperanzadas por la promesa del alba, que le enviaran soldados que refuercen sus maltrechos ejércitos.
Imaginas lo refuerzos y elementos trabajando, sobre todo los que has montado y diseñado con mimo y esmero. La segunda biela de timón, con sus cuatro tornillos de métrica 8 mm con tuerca y arandela grove y plana que fija la abrazadera, 6 mm de platabanda con refuerzo de 8 mm en forma de cartabón, el prisionero, que se encarga de poner orden en la el revoltoso timón. Tu imaginación no para, pensando si el margen de seguridad tomado en los cálculos ha sido suficiente, o el estrés al que esta sometido el conjunto lo llevara irremediablente al colapso
A falta de la vista (nuestro sentido más apreciado), al igual que las pantallas de los equipos nosotros, nos ponemos en modo noche, los demás sentidos se agudizan el oído se afina, siente el viento susurrar en los obenques, “es que por la mañana ya no hay viento”, me pregunto.
El estruendo de la popa, parece anunciar el vértigo de las partículas iluminadas del plancton retozando en sus torbellinos vacíos, provocados por los desprendimientos de la capa limite que acompaña al casco de nuestro querido Tuvalu en su caminar.
El incansable piloto automático se esfuerza por mantener el rumbo, la noche es apacible, olas largas de 1.5 metros de altura, 18 a 20 nudos de viento por la aleta de estribor lanza a nuestro velero a picos de nueve nudos (únicamente con tres cuartos de génova desenrollada), ayudados por una corriente de más de 2.5 nudos. Tu piel y tu alma sienten la presión de las electrobomba lazando el aceite para impulsar con fuerza necesaria el timón, cuando el mar nos recuerda que esto es un regalo, un favor, el recordatorio en modo de ola cruzada de dos metros que hace al velero orzar, y el pistón del brazo del piloto se retuerce buscando su centro, “recuerda, esto es el mar y aquí mando yo” parece que estas oyendo como un mantra que se mece en las rachas de viento que te alcanzan, recuérdalo esto es un favor, y como tal, algún día me lo devolverás, el mar siempre lo guarda, el mar siempre recuerda………. Al mar le debes el tributo.





